La Torrontés, una chica criolla

La Torrontés, una chica criolla

Con la conquista de América los españoles llevaron la uva Misión (muy discreta en calidad para vinos finos), que en Argentina llamaron Criolla Chica. Unos siglos después con la inmigración italiana llegó la más afamada Moscatel de Alejandría y una mezcla de ellas produjo la Torrontés. Ya no se sabe si se engendró como producto de escarceos en el viñedo entre uvas confundidas en un mismo cuartel o in vitro por el arte algún genetista visionario. Pero el cruce de estas uvas es el que determinó el nacimiento de una variedad que vio la luz en tierras gauchas. La enérgica española conquistó al italiano aventurero y nació una linda criolla.

Todavía los argentinos miran con desdén a su propia uva y no creen que tenga gran potencial. Le reconocen un carácter particular pero la sienten demasiado folclórica y sospechan que el gusto por ella es un mero atavismo. Algo como lo que pasó con el cebiche en el Perú, que hace 25 años no era común en las mesas de las clases pudientes y hoy nos atrevemos a exportarlo.

La Torrontés tiene un perfil organoléptico que la emparenta con las Moscateles por vínculos de sangre y con la Gewürztraminer por afinidad aromática. El olor a pura uva (como el de nuestra pisquera Italia) de la primera y el exotismo de la segunda expresado en especias, flores blancas y frutas como la chirimoya. La corriente estilística actual tiende a ocultar su lado más rústico, tratando de dejar aromas más limpios y perfumados sin perder su exuberancia.

Gastronomía
Estos vinos acogen con soltura los aromas y picor del kion (gengibre) lo que los convierte en un excelente acompañante en una barra de sushis, makis y sashimis. Funciona también con platos de la cocina Nikkei (Conchas de Costanera 700) y de otras cocinas orientales. Entre los platos peruanos podríamos escoger un ají de gallina (con gallina y buen ají), una pachamanca con carnes blancas, chichulines del Pepe’s de Lince o una Ocopa en “El Rocoto”. Curiosamente también complementa muy bien un plato de frutas como peras, duraznos y manzanas.
Finalmente, regó muy bien un tapeo italo-peruano-argentino en el Mávery, donde hicimos una divertida y esclarecedora cata comparativa.

Cata
Vinecol 2005, Mendoza: vino orgánico. Nariz expresiva, aunque fugaz. Chispeante, divertido y un final amargo. S/. 38
Empanadas de cangrejo y de ají de gallina.
Fantasía 2005 de Mauricio Lorca, Mendoza: denso y graso pero desequilibrado y sin una tipicidad clara. Correcto. S/ 30
Pastel de choclo
Yachochuya 2006, Salta: buen enfoque, equilibrado, paso aterciopleado, cierta grasitud y embriagante fruta blanca. S/ .60
Empanadas de langostinos y de pollo con champiñones
Críos 2006, Salta: un vino que demostró cierta complejidad y un final con una acidez positivamente pronunciada. S/. 42.50.
Pizza frita caprese.

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